El joven imberbe y desgreñado tomó el atrio que gobernaba la calle saturada de sus semejantes, el cual fue ocupado mediante la irrupción y el brío, en detrimento de esos cuatro seniles y encorbatados tecnócratas. Entonces leyó hacia los suyos, exaltados en su delirio:
"Me vísteis danzando en un enardecido mayo parisino,
cabalgando corceles con magnolias en las manos hacia la Bastilla,
me observásteis en aquel bus de Montgomery hipar de desatino,
y derramar lágrimas en Tiananmen clavando mis rodillas,
Oteásteis mi plañir entre porras y uniformes fastuosos,
en primaveras checas y cruentos inviernos rusos,
entre Cardiff y Dublín lozanos fluyendo cuesta abajo,
animosos jugando a evadir metralla de los lacayos,
Reísteis con mi jugar de flores y rifles en Washington,
mis medrosos repeluznos en Guernica y Barbastro,
mas vosotros desalentados de mi grácil legado,
batalleásteis en mi nombre con piedras en Baltimore,
Deidad, dogma, justicia, moral y paz vosotros me nombráis,
mas aunque aquestos cuatro jinetes pugnen sesgar la libertad,
seguid viendo, riendo y oteando mi jolgorio y penuria,
porque al joven, puro y casto frenesí no lo desplomarán jamás."
A. S.
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